Es la palabra que subraya la palabra.
Desprovista de todo.
Es aquella que recalca las costras. Las perlas de los nuevos rebaños. Amontonadas sobre un éxtasis a orillas de un desaire.
Y mi palabra, es la palabra que inunda las palabras.
Caprichos de mi papel desmontonado con recelo.
Y a mi palabra la utilizaron los falsos profetas, los que consiguen el pan a cuentas de la bondad. Así mi palabra, será la mota. El sueño alto de la añoranza.
¡Ay!, austeras voces de los viles patriarcas. Austeras ayas de las vallas de mis francas palabras. Se arrinconan en el polvo de la esquina, en el mar de mis palabras.