Anabela nació de la espuma del mar.
Parida por el mismo cielo estrellado
Solo deseaba melancolía y paz,
miradas perdidas en la noche Infinita,
y una sonrisa de los que en ella moran.
Siempre daba gracias a la soledad por acordarse de ella.
No siempre fue asì.
A veces creyo hallarse por ella prisionera;
porque era un àguila,
y tomò el camino de la rebeldía,
y, fue convertida en humana,
por ignominia,
y encerrada entre el dolor y el amor,
sentimientos que duelen,
aùn màs, con la llegada del Crepúsculo.
Ese crepúsculo descendía,
tristemente, entre làgrimas y suspiros,
con ellos tomó forma un caudaloso rìo,
donde antiguos amores, se erosionaban
y perdían sus rostros,
y poco a poco,
los aprisionaban las hiedras,
y ese rìo de olvido,
recorría cada tarde,
un bosque de margaritas marchitas,
que sollozaban palidez,
y recuerdos de besos vestidos de luto,
recuerdos de falsas caricias,
pensamientos cansados de la vida,
que bebían el vino del olvido,
¡ y el horizonte era un cielo plomizo ¡.
Mas su soledad permanece. ahora,
anabela no la repudia,
es su libertad de amar,
es una vida prolongada,
donde encontrarà tiempo de nacer,
el tiempo de morir,
el tiempo de sanar.
Ya no maldecirà su soledad,
se abrió la puerta de su prisión,
ya no escucharà la música fúnebre,
de las eternas quejas de la auto compasión,
si no que la sublime canción del querubín,
que le dirà,
que la soledad es libertad,
que la alejarà de las palabras y cantos vacíos,
y la reencontrarà,
de nuevo, con las estrellas de la noche Infinita.